domingo, 27 de junio de 2010

Yo creo en las hadas (creo, creo).


Cuando durante mi segundo embarazo creimos que estábamos esperando otra nena, Cuca pidió que le pusiéramos Cenicienta. Era la perfecta síntesis de lo que le aguardaba a la bebé: una vida de suplicios en manos de su hermana. Por suerte un día el doctor dijo que Manuela -así la habíamos bautizado Fabi y yo- tenía "un pito ENORME", y fue Fidelito.
Pero en lo que respecta a la propuesta de Cuca, lo que fuera que "Cenicienta" expresaba de fondo, aparecía en realidad como un gesto de amor, porque Cenicienta termina siendo -luego de cien años de lavarle los calzones a las tres yeguas con las que vive- una princesa.
Es que en la década de 2000 -le cuento por si vive en un táper- Disney llevó a cabo una contaofensiva monárquica que consistió en ofrecer (¡y pucha qué oferta insistente!) a nuestras niñitas la idea de que no importa ser una descerebrada si se está lo suficientemente despabilada como para agenciarse un príncipe que la festeje -y la mantenga, claro.
Me juego a que Aurora no se llama Aurora por la bella durmiente (que se llama Aurora) pero cuando la conocí no pude evitar preguntarle si las amigas se morían de la envidia por su nombre. Aurora se rió. Entre las princesas y las hadas se queda con las hadas, parece, mire si no que souvenires y qué torta.

2 comentarios:

  1. Se queda con las hadas porque son como ella, una linda y dulce y no porque lo diga la madrina, sino porque es así!!!!

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  2. Claro que el nombre no fue elegido por la bella durmiente, lo que no sabia es que Disney iba a mandar esta remake de dibujitos de hace 20 años enfundados en vestidos rosas de plastico trucho!!!!
    Por suerte Aurora cada vez que escucha "Here comes the sun" anuncia: Esta es mi canción!!!...

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