martes, 11 de enero de 2011

2011: Cómo entrenar a mi dragón


Llego fin de año, nomás. 2010 resultó impredeciblemente emotivo. Fue como se burla Cari de las películas de Campanella: para reirse, para emocionarse, para llorar. Entre Correa que se arranca la camisa y pide a gritos que lo maten (no me provoques, bombonazo), el desamorado de Andy que se va a la Universidad (Fidelito: "Mamá, no llores tanto"), los 33 resurgiendo de la muerte propiamente dicha, y la muerte propiamente dicha del ex presidente, el bálsamo para todo de la visita de Paul, Dieguito hermoso dando batalla con sus gloriosos secuaces, el mundo fue un torbellino de pasiones. La vida personal se iluminó de refilón gracias a las gestiones de los queridos que trajeron nuevos niños al mundo o que hicieron lo necesario para que lleguen en 2011; algunos otros se repatriaron, se comprometieron, o se dedicaron a cosas que no por cotidianas -cocinar, visitarnos, y así- aportan mínimamente menos. En lo personalísimo me vienen a la mente -fuera de los obvios: el núcleo del hogar, la mega troupe adroguense, los amigos (elenco estable y premios revelación)- las editoras alemanas que me convocaron -en un año personal tan poco literario- para traducir al alemán y publicar en compilaciones de autores argentinos cuentos míos en ocasión de la Feria de Frankfurt, los desengañados sociólogos y aledaños que insisten en ofrecerme tentadores propuestas que me reencarrilan hacia mi otro yo y la cita especial es para Fabi, ya le cuento por qué.
El quince de diciembre busqué a los nenes en el cole y me fui a almorzar a Adrogué, como hago siempre para mi cumpleaños. Tenía la radio encendida y de pronto me encontré escuchando apasianadamente a Ludovica Esquirru. ¿Le dije ya que no creo en nada? Nada de nada (quiero decir nada sobre natural, como dios o el tarot o la reencarnación). Sin embargo escuché a Ludovica hablar sobre mi vida. Decía que el calendario occidental fue el único que se estructuró e impuso con fundamentos políticos, y no orgánicos ni naturales, y que esa es la razón de que vivamos contrarreloj. De todas formas, no quiero contradecirte, Ludovica, pero creo que mi caso es algo más grave. Llegué a Comieron Perdices porque estaba pasada de revoluciones con mi otro trabajo. Desvelada con una consultoría para el Ministerio de Educación de un país que no había pisado nunca, había entrado en un patológico circuito de postas: trabajar hasta la madrugada y apretar send para más tarde recibir una nueva versión en la que seguir trabajando. Me harté. Quería dedicarme más a la familia y al doctorado. Dejé ese trabajo y avisé "Voy a hacer algunas tortas". Después pasó lo que pasó. Si cada tanto chusmea este blog ya sabe en qué consiste. El ritmo de trabajo es todavía más intenso que en mi vida anterior (porque no sé decir que no, básicamente, y no espere que aprenda cuando usted quiere festejar el cumpleaños de dos de su hijita ¿acaso podría ser así de desalmada?) con el agravante de que las trasnochadas son contínuas y de que al transcurrir todo en la cocina todo lo demás se ajusta al tiempo de los pedidos, y los horarios de mis entregas marcan el paso de la rutina familiar.
Dice Ludovica que los dragones somos soberbios, y que entendemos que el mundo gira al rededor de nosotros. Dice Ludovica que en el año chino que comienza el 3 de febrero, la primacía del conejo obliga al dragón a correrse de ese lugar y reparar en los otros. Volver la mirada al entorno, recentrase, encontrar el eje en el núcleo familiar. Ludovica lo dice con otras palabras pero suena así de grave: es eso o patear el tablero.
Vivo con otro dragón hace muchos años. Dice Ludovica que los dragones que no se destruyen mutuamente unen sus fuegos en candorosas fogatas. Cuando mi dragón se retrotrae al palacio de cristal de su yo, el de Fabi se enloquece y lo demuestra dando coletazos: acá estoy, acá estamos. Eso dijo Fabi hace un par de meses, y después vino Ludovica con su consejo astral. Y la navidad, señora: ni pasé por la cama la noche anterior a la navidad, me quedé completando una maratón de pedidos y no me acosté a dormir ni un segundo. ¿A usted le parece? ¡Con lo que a mí me divierte la navidad! Imposible, ni mi soberbio dragón puedelotodo puede con eso.
Queda, claro, la posibilidad de hacer de Comieron Perdices una empresa. Montar algo más serio, como se dice, buscar un lugar fuera de casa, tomar algún empleado. Eso tiene al menos tres objeciones: la primera, monté Comieron Perdices para ampliar las posibilidades de disfrutar de la vida familiar, ¡no voy a irme de casa para hacer tortas! Y la segunda: requeriría abandonar otras cosas, como mi tesis ¡después detantos años! Sencillamente impensable. Por último... se lo voy a decir medio adolescentemente: si bien cocinar me fascina y me relaja, y me reconforta siempre el trabajo terminado y las cosas lindas que usted suele decirme, nada de eso me "llena" (aquí la consabida adolescencia) de ningún modo más que mi trabajo como socióloga. He notado que algunos reposteros creen que sus creaciones importan másque la penicilina. No es mi caso. Entrego mi corazón en cada paquete de galletitas, pero mi alma está puesta en el trabajo de democratización de la distribución de nuestros saberes sobre el pasado reciente (a mi soberbio dragón le encanta decirlo así). Esa, más que los cupcakes de brownie rellenos de mousse de chocolate, es mi especialidad.
¿Se lo digo más claro? Cierra Comieron Perdices, señora. Ahora que lo escribo se me hace por primera vez una pasa de uva el corazón, mucho más que cuando lo decidí y lo compartí en casa con dragón, serpiente y perro. Hay, sin embargo, tanta seguridad en la determinación que iremos para adelante. En parte la seguridad surge del éxito (en el sentido menos trillado de la palabra) que fue este emprendimiento, que en menos de un año y medio despegó de tal forma que pudo haberse convertido en la máquina de hacer chorizos y sin embargo mantuvo intacta la opción original de hacer todo (desde amasar hasta decorar, desde comprar los ingredientes hasta embalar los dulces) con mis propias manos.
Seguirán claro las creaciones perdices para los íntimos, y mantendré este hermoso blog (mi dragón dice: modestia aparte) sin el cual no sé qué sería de mí. Aprovecharé para compartir con usted las recetas que ya no podré hacerle. Y sigue la posibilidad de dar un curso breve para madres corajudas, aunque ahora deje que me vaya de vacaciones. Me tomo todo el verano (salvo por San Valentín), vuelvo en marzo y luego cierro definitivamente, o hasta algún día, lo que nos venga mejor.
Por lo pronto, resta agradecer a los generosos clientes que ofrecen geniales ideas que yo transformo en dulces, y a sus enamorados, agasajados, invitados, que los devoran y siempre mandan mensajes que acarician el ego de mi dragón. Y a la familia y los amigos, que bancan la parada, y a mi coequiper, siempre listo para despabilarme con la intensidad amorosa de su fuego. Y a Ludovica, claro, y a su conejo, que con esa apariencia esponjosa y frágil le ganó al dragón.
Comieron Perdices es la frase con la que terminan los cuentos que terminan bien. No podría imaginarme un mejor final.

Felisa me muero


Algunos pedidos de fin de año, para terminar bien arriba.

Tirar la casa por la ventana







Cuando la bebé cumplió un año Stella encargó una torta tan linda que depués mucha gente al verla en el blog llamó para pedir "una torta como la de Ana Paula". Para los dos años cambiaron los tonalidades y los motivos, pero las ganas de tirar la casa por la ventana con los festejos permanecieron intactas. Aquí las fotos de la nueva producción.

Por dos




Una de bizcochuelo de chocolate rellena y cubierta de mousse para el cumpleaños del marido; otra de vainilla con dulce de leche y merengue para la merienda de los niñitos en el jardín. Pedidas por Caro, que definitivamente está en todo.

Another niño tuerca


Pedida por Celia para Juan

Manuel.

YS


Emma viene reclamando su Paquetito paquete hace mucho, lo esperaba desde que Cande empezó a repartir a diestra y siniestra dentro del clan Larrondo, pero de seguro no esperaba nada así. Yellows subarines, símbolos de la paz,túnicas hippies para una tía bleatemaníaca y adorada.

Feliz aniversario




De Natacha para Fabián