martes, 18 de mayo de 2010

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El otro día Fidel miró el reverso de un chocolate Águila en el que se reproducía la famosa imagen del Cabildo Abierto y me preguntó "¿Llueve?" alcanzando así un vuelo en su reflexión historiográfica que le pegó en el palo a la de Felipe Pigna.
Pamela está haciendo un posgrado en París, vino para el nacimiento de su sobrina y dio con Comieron Perdices de casualidad. Ella dice que fuimos compañeras de la facultad, pero yo soy trágicamente horrible para los nombres y las caras. No importa. Quedó encantada con el cambio de rubro y quiso llevarle a Hernán un Paquetito Paquete, algo casi tan autóctono como el dulce de leche Chimbote o los alfajores Havanna.
Pensamos bien qué hacer, y el resultado es este. Ojo, la dama antigua no es una de esas señorasdelamisaalatertuliaydeallíabordarmañanitasmientraspiensoconquiénmecaso. No. Una dama antigua perdices es, por caso, Mariquita Sanchez de Thompson, una señora que se casa con quién quiere y no con quién le dice papá, y que no se duerme en el letargo de la fortuna sino que hace del living de su casa un refugio de pasiones, un espacio de libertad.
¿A la del poncho la reconoció? No me salió tan hermosa como la verdadera. Le doy una pista. Todos me preguntan si a Fidel le puse Fidel por Fidel (¿¿¿acaso yo le pregunto si usted a su nene le puso Franco por Franco???), al punto que Juana terminó preguntándome por quién habíamos elegido su nombre. Tuve que improvisar, y pensé en ella: Juana Azurduy, la "flor del Alto Perú", y Cuca quedó chocha de con una referencia tan florida. La de rulitos, ya sabe, nos quedamos sin tiempo para hacerla negra pero el vestido a lunares a la que la condenaron las conmemoraciones escolares la delata. No sabemos su nombre porque la historia se encargó de borrarlo. Pero lo que sí sabemos, señor, es que no llevaba la sonrisa pintada en el rostro como se vende en los actos en los que sólo hay candombe. Ni tampoco lleva escarapela ¿no? Porque digamos que su situación no cambió el 26 de mayo a las 7 de la mañana, no, y que usara escarapela recordaría a esa foto que circuló cuando el desequilibro cósmico de las reteciones al campo: la señora paqueta a la que le cacerolea la empleada porque ella no toca un utensilio de cocina NI para cacerolear.
El año pasado después del acto le conté a Cuca que esos negritos de lunares eran esclavos y se quedó pasmada. Pensó un rato y después se iluminó: a lo mejor con la plata que juntan vendiendo empanadas se pueden volver a a su casa. Pues no, mi Cuquita, la plata es para el señor. Pausa. "¿Los dejarían comerse una empanadita, aunque sea?".
Sobre los señores no tengo dudas: son Moreno y Belgrano, dos estaciones de subte, dos avenidas, dos barrios de los más justificados ¿no? y qué lindo les queda el yabot.
Ya así como estoy no duermo, pero no sería justo no darle un changüí: tomo tres pedidos más para el bicentenario. Seis personajes a elección (ojo con lo que me pide porque me retobo como con ese sapo ¿eh?) o cinco más una torta, y cuatro escarapelitas. Y si no se compra unos pastelitos; no serán tan lindos pero no me diga que no la hacen feliz.

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