lunes, 17 de mayo de 2010

Perdices, y otras mascotas




Creo que ya le conté esta historia: cuando Cuca nació yo no pasaba de un bizcochuelo decorado con granas (sin ganas). Las contracciones se aceleraron mientras yo lloraba porque se me había roto la batidora, y esa noche teníamos amigos a comer porque era el cumpleaños de Fabi (sí, tuve a mi hija el día del cumpleaños de mi marido, dígame si lo mío no es la organización de eventos aunque...qué fea la palabra "evento", "festejo" me gusta tantísimo más).
Un año más tarde quise una torta espectacular y... ¡¡¡la encargué en una confitería!!! Sí, señora, merezco su abucheo, lo sé, pero ¿sabe qué pasa? Por entonces me creía una joven promesa de la sociología local: era becaria de CONICET, escribía mi tesis de maestría, daba clases en la universidad, recorría congresos, me había inscripto en el doctorado. Una perdiz desaforada aleteaba dentro de mí, pero yo quería brillar en la carrera académica, cumplir con ese mandato inverso al del ama de casa en chancletas pero ¿sabe qué? mandato al fin.
La perdiz tuvo que aletear mucho más todavía. Para el segundo cumpleaños de Cuca le pedí a mi prima Mercedes (que es la mejor repostera del mundo pero se cree lingüista, es de familia, dios me libre, ya la vamos a repatriar y convencer) instrucciones para hacer un merengue suizo. Recuerdo que me pareció un plan chino, ¡tan complicado! lo dejé blanquito nomás porque la sola idea de teñirlo me daba pánico. Con ese merengue cubrí un bizcochuelo de chocolate; en el centro le puse una jabonera en forma de rana (no digo sapo porque ya sabemos que para el oprobio de la zoología moderna sapo hay uno solo) y cargué el hueco de la panza con un puñado de gomitas de colores. Quedó bastante aceptable a la vista, y los chicos fascinados.
El año siguiente ya estábamos semi derrotados por el flagelo de las princesas ("Cuca, ¿por qué Cenicienta le lava los calzones a la madrastra si ella es la dueña de la casa y de todo?", "¡Ay, mamá! porque es linda, pero hay cosas que no piensa"). Blancanieves gobernaba nuestras vidas como nunca había logrado gobernar la propia y, ante la urgencia de una torta real (no de realidad si no de realeza), de alguna forma que no recuerdo di con la pasta Ballina. Santa Patrona de la Repostería contemporánea, el espíritu de Marta me abordó, y cuando terminé esa torta no podía creer que la hubiera hecho yo misma. Hoy renegaría de una creación tan básica, pero ese día la perdiz aleteó tan fuerte que casi logra hacerse ver, y habrá hecho algún ruido desproporcionado, algo habré escuchado yo porque ya no hubo vuelta atrás. Las tortas que siguieron ya las conoce: la de Jazmín en su alformbra mágica, la de Campanita en la pradera, la del uniforme de porrista de HSM y la inspirada en la peli de Tim Burton; y para Fidel: la del circo, la de dinosaurios, la de Buzz Light Year.
Como se lo adelanté, los festejos por los 7 años de Cuca no terminaron con la mesa de té de la semana pasada. Este fin de semana hubo merienda adroguense y Cuca propuso tema Pet. Inútil que se lo describa si no tiene una niñita fanática en casa. Los pet tienen frente a las princesas la ventaja de ser descerebrados con justificativo, porque son animales, y la desventaja de ser caros e infinitos -las princesas al menos son cinco o seis, según contemos o no a Pocahontas, que es una princesa aborigen y por eso en este planeta su nobleza no lo es tanto. Pero mire las fotos. Hubo súper torta, cupcakes en los tonos y nuevas galles de animalitos: chancho, pingüino, koala, jirafa y foca. Y perdíz, debería decir, no de galleta sino vivita y colendo, revoloteando vital, enérgica, feliz de poder sumarse a la fiesta.

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