viernes, 21 de mayo de 2010

25


Hace algunos días una de mis clientas favoritas (sí, señora, tengo clientas favoritas: las que no me llaman para resolver un problema sino porque están entusiasmadas con sus festejos, las que no son cabeza dura, las que cuando todo teminan escriben para contar) leyó en el blog que yo era socióloga y me dijo "¡Qué desperdicio!". Mi clienta se llama "Extrema Sinceridad". Ja. Yo me quedé pensando: ¿desperdicio para quién? ¿Para mí, que invertí (invierto) tanta energía en otra cosa que decorar cupcakes?; ¿para el Estado, que bancó mi lugar habiendo tanta cola?; ¿para mi familia, que saber prescindir de esposa-madre-nieta cada vez que me consumo en un paper?
No importa. Aprovecharé en este post para revalidad el título. Ja otra vez.
Mi especialidad es el estudio de cómo se enseña la historia argentina reciente en la escuela. Cuando era jóven, soberbia, pretenciosa, decía: mal. Ahora que soy vieja, se me bajó el copete y me especializo en trufas digo: es muy complejo.
No importa. No viene al caso. El punto es que buena parte de mi tesis está dedicada al análisis de los actos escolares, y leyendo para escribir ese capítulo dí con un señor que describe algo que es lo que quiero contarle. El señor se llama Mario Carretero, es un genio y, de no ser porque acaba de destronarlo Alicia Steinberg el suyo sería el mejor libro que leí en el último año. Carretero se embarca en un estudio del que surgen mil conclusiones, pero la que aquí nos convoca es la siguiente: a cierta edad (siendo más bien pequeñuelos) los niños tienden a entender que el orden de los actos escolares coincide con el devenir histórico, con lo cual tiene que haber ocurrido primero el 25 de mayo, luego el 9 de julio, luego el 17 de agosto y todo termina con... ¡el 12 de octubre! Es decir que primero este país estaba habitado por los vecinos de la ciudad de Buenos Aires y alegres esclavitos candomberos, que luego se independizaron en Tucumán, lo cual los puso contentísimos pero la felicidad acabó con la muerte de San Martín y ¡ay! los españoles aprovecharon que aquí todo el mundo andaba con el alma por el suelo para regalar espejitos, matar a troche y moche y cristianizar a los indios que no queda bien claro de dónde salieron. Pucha digo. Y eso que este estudio es previo a que deviniera efeméride el 24 de marzo (y que muchas escuelas se hacen bien las tontas con esa fecha) porque te quiero ver cómo interpretás las ensalada de frutas que se le armará a los niños desde que todo arranca tan mal.
La idea es que esto no es indefectiblemente así, sino que es producto de la forma que suele tener la conmemoriación ¿cachai? No es que no pueda cambiarse, es una descripción de cómo son (porque así salieron pero podría haber sido distinto) las cosas.
Chim pum.
No tanto desperdicio ¿eh?.
Te sirvo tanto para una barrida como para una enjuagada.
Porque ¿qué relato más ideal para compañar estos Paquetitos Paquetes?
El primero lo encargó Eleonora para sus papás, Beatriz y Aldo, porque el 25 cumplen 38 años de casados y es además el cumpleaños número 70 de él.
El segundo Guadalupe, para que su hija lleve al jardín de infantes.
Divino, ¿no le parece?. Pero no se olvide: una galletita sola no dice nada. Y a veces la escuela no alcanza. Hágase cargo de la parte que le toca. No hay que desperdiciar.

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