domingo, 29 de agosto de 2010

Propiedades curativas de la torta haragana

En una semana en la que la vida decidió castigarme duro y parejo (anginas rojas desde el domingo a la noche, marido de viaje, señora que ayuda en casa primero engripada y después renunciada, batidora fallecida en pleno merengue, celular encontrado después de dos meses el mismo día en que me notifican que llegó el nuevo, muerte de Fogwill) el viernes Mariela pidió esta torta haragana. No nos conocemos, nunca nos vimos las caras ni nunca había hecho unpedido perdiz. De todo lo que hay en el blog -colorido, chocolatoso, de consistencia celestial- Mariela eligió esta torta.
De manzana,canela y nuez, la torta haragana se llama así porque no lleva masa, pero a mí es la que más trabajo me da. La hago leyendo la receta que es una adaptación de mi abuela Esther sobre la receta que le pasó mi abuela Blanca. El viernes, francamente desmoralizada, la puse al horno y un rabioso olor a mi infancia abrió un boquete sobre el lado izquierdo de mi pecho, un aroma infernal a mi casa de Adrogué dio forma aun impulso eléctrico que comenzó en la base de mi espalda y llegó de pronto a mi cabeza provocando una sinopsis emotiva inobjetable. Y entonces, señora, yo sólo deseo que no funcione eso que me acuerdo de la novela Como agua para chocolate, porque ¡cómo le lloré los pedidos! Empecé a llorar y ya no pude parar nunca, arrebato meloso que sólo una haragana provoca y que sólo se repara al comerla. Así que tuve que romper la dieta, nomás, porque ninguna perdiz que se precie puede pretender luchar contra una fuerza así.

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