sábado, 25 de junio de 2011

Abuelita viajera



Mi abuela Esther estuvo casada con mi abuelo Horacio unos dos millones de años, desde que que se conocieron cuando eran jovencitos hasta que él se murió cuando ella tenía 60 y algo. Casi todo ese tiempo, mi abuelo trabajó en Gas del Estado. Virtudes del Estado benefactor, los empleados de Gas tenían una cantidad de millas asignadas anualmente para hacer viajes en avión. Mi abuelo, de fóbico nomás, jamás usó ese pasaje, y le ocultó a mi abuela que además sus hijas podían haber estado recorriendo el país todos los veranos en una maravillosa colonia de vacaciones. Pero un día el monstruo marino se comió a mi madre y yo fui a parar a la casa de mis abuelos, y apenas pude empecé a viajar. Mi abuelo se comía los codos al verme partir, y soportaba nuestra determinación conteniendo la lágrimas en cada despedida. Murió cuando yo tenía 13 años, no tuvo que soportar mis ausencias más largas, que llegaron años después con la ficción cambiaria de la década del '90. Cuando mi abuela cumplió 80 le regalamos un viaje a Cataratas, a donde partirmos en noviembre ella, Juanita bebé y yo. Fue el primer viaje de avión que hicieron ambas, y para las dos fue un camino de ida. Ahora mi abuela -jubilada y pensionada de la era K- se la pasa planificando viajes, y en honor a eso fue esta producción para su cumpleaños. No fue el único detalle deluxe: por sus 88 hubo saludo grabado del mismísimo Riberito, genio total. La nota de color fue que al otro día del festejo salió ese número a la lotería, y él tuvo el gesto de dedicárselo. Diga que no jugamos, señora, si no este post se lo cuento desde Isla Mujeres.

1 comentario: