martes, 14 de septiembre de 2010

Qué maestra


He sido docente muchas veces. Primero dí clases de narrativa creación literaria para adultos y para niños. En la facultad di clases de Sociología general y de Sociología de la educación; y en una pseudouniversidad saqué aceite de las piedras al dar clases de Introducción a a la investigación, de Comunicación oral y escrita, y de Escritura académica (¡¡¡eso es verle la quinta para al gato, profesora!!!).
Sin embargo soy, fui y seré -ante todo- estudiante. Tengo pendiente un seminario de doctorado, hace dieciocho años (este mi primer semi sabático) corrijo mis textos con Diego Paszkowski, me casé con mi profesor de Historia Social Latinoamericana, les llevo galletitas de regalo a mis profesoras de pilates. Y además trabajo con docentes en la vida cotidiana. Recorro escuelas. He visitado algunas en pueblitos perdidos del Chaco y en lo profundo de Misiones. Saco fotos, las comparto, les muestro a mis hijos: otros chicos aprenden así.
Y sin embargo si usted me dice "maestra" antes de pensar en las de mi jardín o mi primario (las recuerdo a todas) o en las de mis hijos o en las que entrevisto por trabajo o para mi tesis, antes que en todas las demás pienso en mi madre.
Aquí el maravilloso retrato que hizo María Giuffra de lo que pienso cuando alguien dice maestra y yo pienso en mi madre. No la veo frente al pizarrón ni tomando exámen; no la veo haciendo formar a los chicos, haciéndolos poner firmes para saludar a la bandera. Hace un tiempo doné algunas de sus fotos para la portada de un libro sobre el derecho a la educación. Son fotos en las que se ven chicos amontonados, muertos de risa, corriendo en un patio en el que se puede correr (¿para qué está el patio, sino?). Pero lo que mi abuela cuenta de mi madre cuando habla de ella en la escuela, es que dedicaba buena parte del tiempo a despiojar a sus alumnos. Siempre me quedó la idea de que cuando el monstruo marino se la comió a ella a sus alumnos deben habérselos comido los piojos que no pudo sacarles. Tendrán más de cuarenta años ahora, y siempre estoy tentada a buscarlos (mi madre escribió listas con sus nombres en sus álbumes de recuerdos). Lo haré algun día, supongo. Miestras tanto, las imágenes de un día del maestro perdiz.

1 comentario: