lunes, 25 de abril de 2011

Que todas las noches sean noches de boda




Nico es mi mejor amigo desde hace un montón, un montón de años. Con todo lo que que pensé en él en estos días me di cuenta de que es mi único amigo varón que no es ni el marido de una amiga ni el amigo de mi marido. Nos conocimos hace casi veinte años cursando un taller de narrativa, y juntos dimos talleres de escritura para adultos y niños en un montón de lugares. Fuera de eso diría que el eje de nuestra amistad ha sido gourmet, ya que la mayor parte de las horas compartidas las hemos pasado devorando. La cantidad de circunstancias de la vida que pasamos juntos es innumerable, pero entre otras cosas con él decidimos Fabi y yo que Juanita llevaría ese nombre. Se dará cuenta, señora, que no me da para nada lo mismo quién sea su pareja. Conocimos a Caro hace un par de años y me pareció que eran tal para cual, toda amorosísima y cariñosa, igual que mi amigo. Una noche de este verano nos invitaron a comer a su casa y mientras nos deshidratábamos -se había cortado la luz dejándonos sin aire- Fabi dijo "bueno, ¿cuándo se casan?", lo dijo por decir, al boleo, como una gracia, pero en ese mismo instante ellos nos dieron la fecha justa y yo la agendé para hacerles un gran regalo perdices. Guardé casi la semana entera para prepararles una torta de tres pisos y cuarenta cintitas para las solteras, 130 galletitas con sus nombres de souvenir y un montonazo de shots para la mesa dulce. Porque cada uno lo dice como quiere, pero yo lo digo así "Que sean felices...", etc, etc.

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