jueves, 10 de marzo de 2011

Inesperado


Fabi cada tanto me lo recuerda: hasta que nuestros hijos empezaron el colegio nos burlábamos de las madres que hacían puerta o cotorreaban en los bares aledaños.¿No tienen nada que hacer? Nos parecía patético (más a mí que soy más mala), evidencia no sólo de que les sobraba el tiempo sino también de que no tenían amigos con quién hablar.
Ya cuando Cuca entró al maternal empezamos a hacernos a la idea de que podíamos estar equivocados. No es que seamos especialmente amorosos, y además los niños nos gustan como los grandes: Algunos sí y otros no (Gracias Sonia por tanta sabiduría), pero como quien no quiere la cosa nos fuimos acercando a algunas familias (y alejando de otras, ¡¡¡a pasos agigantados!!!). Nos hicimos de un grupete tan íntimo que para que se de una idea cuando Cuca cumplió 4 hicimos una fiesta de disfraces y fueron todos los adultos lookeados con grandes producciones de Hollywood.
Después cambiamos de cole y más allá de la buena onda, inicialmente no hubo con el grupo de Cuca nada más que los dos campamentos anuales que los padres (hombres) hacen con los chicos. Después entró Fidel, y ya desde la primera reunión de padres surgió con algunas familas algo especial que fue profundizándose entre llamados, cenas e incluso vacaciones.
Y entonces -milagro- empezamos también a acercarnos más a algunas parejas del grupo de Cuca. El sábado nos visitaron y tuve que esmerarme, porque la verdad es que ahora todos llegan al postre con grandes expectativas. Así que reincidí con uno infalible que ya había hecho con papás de la sala de Fi: cheese cake de chocolate. Es una delicia, cada vez que lo hago creo que me salió mal y no, o almenos yo no puedo imaginar nada que supere el sabor húmedo del chocolate aquesado. Espectacular. A la altura de las circunstancias.

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