martes, 19 de octubre de 2010

Hasta la Victoria

Celia era demasiado joven para llamarse así, de manera que en cuanto la conocí supe que su nombre era un homenaje a la mamá del Che Guevara. Por entonces yo estaba embarazada de Fidel, y si alguien hubiera podido anticipar que la hija de Celia se llamaría Victoria hubiese sonado de lo más sensato. ¡Pero qué lejos estaba por entonces Celia de pensar en bebés! La oficina estaba plagada de madres recientes, y a ella le daban urticarias las crisis del octavo mes, los precios de los pañales, las discusiones sobre el Duérmete niño. Me veía preparar los cumpleaños de mis hijos y me decía que estaba loca ¡se lo hubiera recordado cuando me encargó las Mafaldas de galletita! Pero ¿para qué, si pasado el julepe inicial yo estaba más entusiasmada que ella? Aquí el resultado de haberse entregado sin vueltas a la felicidad de tener que pensar en una mesa dulce para el primer año de Victoria. Gran fiesta gran, acontecimiento aún más grande.

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